Las galletas de mantequillas más fáciles -¡y ricas!- del mundo

Foto titular

Me comentaba mi madre hace unos días que le habían pasado una receta súper fácil para preparar butter cookies (¡las galletas de mantequilla de toda la vida, vaya!). Y cómo no, una que es una echá pa’lante se dijo: ¡pues vamos a probarlas!
Veréis que los ingredientes pueden conseguirse fácilmente, en mi caso sólo tuve que ir a buscar el aroma de vainilla y el domingo pasado pude ponerme manos a la obra.

fzm-seamless.notebook.texture-07

Ahora es cuestión de ir mezclando los ingredientes en un bol grande, con cuidado (la harina puede llegar a ser muy escandalosa…) y con cariño. Empezamos con la harina y el azúcar glas, tamizándolos un poquito con la ayuda de un colador fino. Después añadimos la mantequilla (a mí me fue bien calentarla 2-3 segundos en el microondas) y trabajamos los tres ingredientes con las manos. Batimos un poco el huevo y lo echamos al bol, y seguimos mezclando.
Llega el turno de la joya de la corona, la farine: la añadimos a la mezcla de forma paulatina, mezclando y añadiendo, mezclando y añadiendo… hasta que hemos acabado con ella. Unas gotitas de aroma de vainilla, y ya tenemos los ingredientes listos para trabajar la masa.
No hay más secreto que amasar y amasar hasta que nos quede una textura casi elástica que extenderemos sobre papel de horno, con la ayuda de un rodillo, hasta conseguir un grosor de unos 5 mm. Metemos en el congelador unos 15 minutos y preparamos los cortadores de galletas que vayamos a utilizar. En mi caso cogí uno con forma de corazón (una, que a veces se pone romanticona ;)).

foto post

Sacamos la masa del congelador, y ya podemos proceder con el corte. Veréis que con los restos que queden de masa podéis volver a unirla y seguir aprovechándola. Colocad las galletas bien planas en la bandeja del horno, y las horneamos 20 minutillos a 170º-180º grados. ¡No las perdáis de vista ni un momento! Son delicadas y por sólo un momento de despiste podrían irse al garete… Así que no me despegué ni un momento del cristal del horno, y conseguí unas galletas bonicas y ricas, ¡de las que no quedaron ni las migas!
¿Os atrevéis a probarlas? 😉
Lourdes.